martes, 2 de agosto de 2011

RECORDANDO A ROQUE DALTON. Por Leonidas Rubio




1.- Poema
2.- Comentario
3.- Pequeña antología de sus poemas


1

JUNTO A UN EJEMPLAR DE LA VENTANA EN EL ROSTRO
DE ROQUE DALTON


El libro que está junto a mi almohada
es el mejor modelo sobre cómo no romperse
la cabeza contra el muro o contra el piano,
sobre cómo calibrarse los zapatos
haciendo equilibrio con una bandeja de edades
cernidas y escanciadas
y tirar los rostros barajados entre aquellos que seremos
y los que fuimos cuando bien pudimos ordenar nuestro
propio aniquilamiento.
Ha vuelto a mí y ahora soy
quien recupera un pétalo marchito
o un harapo de lujo.
Huele a tabaco y humedad
de las piezas en que circuló de contrabando;
sus páginas son poco más que ripio
pero una vez me arrebataron líneas entre sus líneas
y hasta creo haber perdido una batalla entre sus escaramuzas
cuando me frotaba con una mano
y con la otra sostenía el lomo, revolvía mi cabeza, farfullaba
entre ternura y panfleto, odio y videncia
con cierto morbo de que a su autor lo hubieran fusilado
sus propios camaradas.
Él odiaba mi violincito pederasta*
rascado con impenitente placer reaccionario.
Ahora no hay lugar para ese libro en mis mentiras
-si bien la poesía está hecha sólo de palabras-
y su aroma me llega como de un cuerpo consumido.
No atinaré a reincidir en su abertura
hasta haberlo olvidado por completo.


*Las expresiones en cursiva son referencias a versos de Dalton.

2

El libro que da lugar al poema anterior es LA VENTANA EN EL ROSTRO, de Roque Dalton, pero a decir verdad el ejemplar del que se habla no es original sino una fotocopia encuadernada que fue tomada cuidadosamente de un ejemplar cuyo colofón confirma la autenticidad y registra el número 339 del tiraje de la primera edición mexicana de 1961. Además esta copia consigna en la primera página impresa una dedicatoria de puño y letra del autor, dirigida al actor Patricio Bunster, fechada en La Habana, 1962. El cuaderno pertenece a mi amigo el poeta Américo Reyes, quien informa que el original del que fue tomada pertenece a un coleccionista curicano que lo habría obtenido con truco hábil, si bien su itinerario desde las manos del dueño inicial hasta las nuestras es de difícil indagatoria. De esta copia he obtenido la mía, que es la que descansa en mi cabecera.

Debo reconocer que mis lecturas formativas en las primeras tentativas de escritura tuvieron en este libro un momento de huella profunda, allá por los años ochenta del siglo pasado. Sus primeras 73 páginas fueron para mí un estímulo mayor, con su tratamiento despercudido del material poético, lleno de ternura y atrevimiento, rareza y elocuencia desfachatada, sinceridad y coraje en el decir, con asomos líricos y plásticos, a ratos cinematográficos, a veces teatrales. Digo primeras 73 páginas porque luego viene el prescindible y propagandístico “Canto a Anastasio Aquino” y otros textos irregulares que van desde aquel hasta la final página 126, de entre los cuales me cuesta rescatar alguno. Asumo que en mi “Cuadernos de emergencia” (1994) se puede haber filtrado más de un tono de este libro, puesto que en él incluí textos escritos a mis 18 y 19 años. Así por ejemplo advierto hidalgamente que en mi poema “No Libre” puede haber algún sesgo vocativo del hablante del “Oíd todos vosotros...” de Dalton y talvez en mi “Viva el fuego” se estila algo del ritmo de “Palabras ya dichas” del salvadoreño. Normalmente se niegan las influencias. Creo que es sanador hacerlas explícitas cuando uno mismo las encuentra y más si, como en este caso, resultan incómodas.

Mirado desde hoy Roque Dalton es para mí un motivo de admiración culposa. Su dogmatismo, su leguaje panfletario, su incondicionalidad ideológica a la causa del comunismo militante que le costó la vida de la manera más absurda, podrían hacerlo de plano inviable como lectura. Sin embargo hay un discurso paralelo en su obra, un Dalton a pesar de sí mismo, un poeta transversal y subsumido que es un hombre cruzado por intensidad emocional, por pesadumbre esencial y por germen creativo permanente. Es difícil no adorar a ese poeta subsidiario del propagandista, que bien pudo constituir un heterónimo. Se puede decir que aún en aquél ronda el tufillo ideológico, por ejemplo en visos homofóbicos que reflejan claramente la persistente posición oficial del comunismo de influencia cubana de la época, que veía las minorías sexuales como producto de una desviación burguesa y un vicio capitalista. Esto se prueba en las declaraciones de Fidel Castro en discursos de 1963 y en entrevista dada al periodista Lee Lockwood en 1965, donde dice entre otras joyas: “Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permita considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero comunista. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista”. Tal cosa en todo caso tendría que explicarla alguien que esté interesado en alcanzar dicho tipo de sociedad, pero como no es mi caso, no es asunto mío. Sí lo es en cuanto poeta el que ese nicho doctrinal haya motivado a Roque Dalton para la muy infeliz expresión del quinto verso del poema “América Latina”:

AMÉRICA LATINA

El poeta cara a cara con la luna
fuma su margarita emocionante
bebe su dosis de palabras ajenas
vuela con sus pinceles de rocío
rasca su violincito pederasta.

Hasta que se destroza los hocicos
en el áspero muro de un cuartel.

Sin embargo no sabemos si el propio Roque Dalton se reconoce en ese pasado de poeta lírico odiosamente descrito. De hecho antes de morir en manos de sus propios compañeros estuvo preso varias veces por actividad subversiva como militante. ¿Fue que allí recién dejó de fumar su margarita emocionante y rascar su propio violincito? Tal vez. Algo de ese remordimiento intolerante e intolerable se aprecia también en “Palabras ya dichas”, cuando enumera lo que presume conductas burguesas y dice:

“... la simple virginidad de las empleadas,
las misas soportadas sin chistar, la homosexualidad azul
poblada de divanes y versos de Hans Arp...”

Parece querer ignorar el peso socio-cultural y artístico del surrealismo y uno se pregunta si en realidad Dalton es algo más que un inspirador de malas canciones al estilo del insufrible Daniel Viglietti o el grupo Illapu o un personaje para la nostalgia de Isidora Aguirre, Pedro Lastra o Enrique Lihn. En su faceta política es demasiado el servicio que Roque Dalton le ha hecho a la estupidez sectaria y a las supersticiones de izquierda, en particular del comunismo continental -que parece no querer asumir que fue su verdugo-, como para disculparlo. No obstante, el auténtico poeta que hubo en él también fue asesinado en aquel odioso juicio sumario del 10 de mayo de 1975 (a 5 días de cumplir los 40 años), cuando la cúpula del Ejército Revolucionario del Pueblo decide fusilarlo por acusaciones de traición y espionaje. No puedo admitir en mí la ceguera de dejar abandonado a la suerte de la historia amarguísima que le tocó al mártir poeta, y no reclamar también un pedazo suyo a este lado del tiempo, exigir mi parte de pertenencia en las palabras suyas que una vez (perdón por la cursilería) tocaron mi corazón desde el centro de experiencias unánimes a todo ser humano, sin etiquetas.

No está de más recordar que entre sus ejecutores se encontraba el dirigente (“comandante”) Joaquín Villalobos Huezo, posterior líder del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador (¡!qué agotador me resulta escribir eso!!) y líder también del partido político que procedió de aquél. Actualmente Villalobos es asesor de estrategia e inteligencia del derechista gobierno de Felipe Calderón en México. A su vez otro ex dirigente del ERP implicado en el asesinato de Dalton, un señor de nombre Jorge Meléndez, es actualmente Director de Protección Civil (sic) del gobierno de El Salvador, formado por una coalición también de centro-derecha. Hace no mucho la familia de Dalton y algunos intelectuales salvadoreños buscaron iniciar una causa judicial para investigar la muerte del poeta y sancionar a los archiconocidos responsables, pero aquello es imposible por la vigencia de una amnistía promulgada por el parlamento salvadoreño en 1993, la cual liberó de responsabilidad criminal a los ex guerrilleros de ultraizquierda y a los ex miembros de los escuadrones de la muerte de ultraderecha, protagonistas de una guerra civil que costó 17.000 muertos. Cabe recordar además que el cadáver de Roque Dalton fue ocultado por la dirigencia del ERP. Es decir, hasta la fecha es un ejecutado-desaparecido.

Un grupo denominado Red Nuestra América de Festivales Internacionales de Poesía convocó a principios de 2011 a la realización de un “Gesto poético” conmemorativo para mayo de este año a fin de recordar al poeta en el 36º aniversario del crimen y en el 66º de su natalicio. El gesto simbólico incluía realizar foros, lecturas y difusiones de su poesía. Siento que hay un equívoco extraño en todo lo que rodea su nombre, en que sea objeto de culto del fetichismo de izquierda -que en su expresión más bochornosa le causó la muerte- y en que sea imposible hacerle justicia en nombre de una paz convenida por los suyos; en que no llegue hasta nosotros sino enrarecido por los aires de una guerra que dificultó su crecimiento y le restó libertad a su conciencia; en que su evolución intelectual se haya visto interrumpida por siniestros personajes que hoy comparten poderes con sus adversarios de antaño en un país que sigue estando entre los más pobres del mundo, es decir, donde ni unos ni otros han solucionado nada. Por eso me sumo con algo de atraso pero no menor estupor al homenaje emocionado (aunque debamos traicionar su voluntad y pronunciar tantas veces su nombre en voz alta) al autor de poemas de amor y discordia que en otras edades mías albergué como propios y hoy aún me hablan de aquello que es permanente: el ser humano desguarnecido hilvanando palabras para aferrarse de algo que le permita resistir su soledad entre la lucidez implacable y el vértigo pasmoso de vivir.

1 de agosto de 2011

3

MIS POEMAS PREDILECTOS DE ROQUE DALTON



LOS LOCOS


A los locos no nos quedan bien los nombres.
Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mano en mano
con la alegría de las cosas simples.
¡Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,
los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,
los Alejandros con olor a mar!

Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
sus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.

Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
¿cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?

Los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos.




EL PRIMOGÉNITO (Fragmento)



Yo en cambio lloro por mi alma:
mi alma es vaporosa cuando bebo solo:
los escombros de mi alma son traicionados por su dueño
para los testimonios de esta máquina implacable.
Y eso,
mientras sobre mis hombros cae -con infinita lentitud-
la ceniza amarilla de mis antepasados.
No sabemos lo que hemos perdido, oh correligionarios
en esto de la marca de Caín; pero
tiene que ser la ley o la plegaria, con toda seguridad.
Debería mejor hablar de la niebla en tono undívago,
hacer un recuerdo leve de las cosas de nuestra vida interior
(por encima
o muy lejos de los hombres que engullen
embutidos demasiado grasosos
y que son tan torpes para el asesinato
o para el primer acto en la noche amorosa)

Ah, mínima, intrusa ciudad que cuelga de mi ventana
como un ahorcado!




ESTUDIO CON ALGO DE TEDIO

Clov: -Llora.
Hammn: -Luego vive.
(Diálogo de Fin de Partida, de Bécquer)


Tengo quince años y lloro por las noches.

Yo sé que ello no es en manera alguna peculiar
y que antes bien hay otras cosas en el mundo
más apropiadas para decíroslas cantando.

Sin embargo hoy he bebido vino por primera vez
y me he quedado desnudo en mis habitaciones para sorber la tarde
hecha minúsculos pedazos
por el reloj.

Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear. No hay nadie
a quien dejar piadosamente perdonado.
Está uno y su cara. Uno y su cara
de santón farsante.
Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,
el gesto que escondemos todo el día,
el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos
el día en que lo sepan todo las buenas gentes
y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros.

Tengo quince años de cansarme
y lloro por las noches para fingir que vivo.
En ocasiones, cansado de las lágrimas,
hasta sueño que vivo.
Puede ser que vosotros no entendáis lo que son estas cosas.

Os habla, más que yo, mi primer vino
mientras la piel que sufro bebe sombra.




HORA DE LA CENIZA



Finaliza Septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.

Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quién amé cuando niño.

Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.

Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que exigió la esperanza.

Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.

Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.

Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.




MEGALOMANÍA



Federico II con todo y ser emperador de los altivos alemanes
fue excomulgado por el Papa de entonces:
es que hizo obligatorio el estudio de la medicina a los médicos
antes de que cobrasen por recetar infusiones
o extirpar carne de la carne del hombre.

A Miguel Servet lo excomulgaron poco antes
de hacerlo coincidir con la ceniza:
dicen que para apresurar las condiciones
de seguir discutiendo las intrépidas ciencias en la cómoda eternidad.

Martín Lutero creyó que Dios Padre sufría del hígado divino
viendo por entre las nubes cómo los curas gordos correteaban
por los barrios de las ciudades en provechosa venta
de indulgencias pagadas al contado.
Excomulgado fue por defender el hígado de Dios.

Acciones tan maravillosas tendría yo que hacer
-flaco, débil, el ojo taciturno, el aspecto abolido-
para que también me excomulgasen
dejando a salvo mi honrada vanidad para siempre.



LA MEMORIA

Así eran las tardes de nuestra primera juventud
oíamos las Hojas Muertas My Foolish Heart
o Sin Palabras en el Hotel del Puerto
y tú tenías un nombre claro
que sonaba muy bien en voz baja
y yo creía en los dioses de mis antiguos padres
y te contaba dulces mentiras
sobre la vida en los lejanos países que visité.
En las noches de los sábados
dábamos largos paseos sobre la arena húmeda
descalzos tomados de la mano en un hondo silencio
que sólo interrumpían los pescadores en sus embarcaciones iluminadas
deseándonos a gritos felicidad.
Después regresábamos a la cabaña de Billy
y tomábamos una copa de cognac frente al fuego
sentados en la pequeña alfombra de Lurçat
y luego yo te besaba la cabellera suelta
y comenzaba a recorrer tu cuerpo con estas manos sabias
que nunca temblaron en el amor o en la batalla.
Tu desnudez surgía en la pequeña noche de la alcoba
del fuego entre las cosas de madera
bajo la lámpara golpeada
como una flor extraña la de todos los dones
siempre para llenarme de asombro
y llamarme a nuevos descubrimientos.
Y tu respiración y mi respiración eran dos ríos vecinos
y tu piel y mi piel dos territorios sin frontera
y yo en ti como la tormenta tocando la raíz de los volcanes
y tú para mí como el desfiladero llovido
para la luz del amanecer.
Y llegaba el momento en que eras sólo el mar
sólo el mar con sus peces y sus sales
para mi sed con sus rojos secretos coralinos
y yo te bebía con la generosidad del empequeñecido
otra vez el misterio de toda el agua junta
en el pequeño agujero abierto por el niño en la arena.
Ay amor y ésta es la hora pocos años después
en que tu rostro comienza a hacerse débil
y mi memoria está cada vez más vacía de ti.

Tu nombre era pequeño y aparecía en una canción
de aquel tiempo.



EL AMOR

El amor es mi otra patria
la primera
no la de que me ufano
la que sufro.




HUELO MAL



Huelo a color de luto en esos días
que las flores enferman por su precio
cuando se muere a secas el que es pobre
confiando en que ya pronto lloverá.

Huelo a historia de pequeña catástrofe
tanto que se ha podido quedar con los cadáveres
huelo a viejo desorden hecho fe
doctorada en respeto su gran llama.

Huelo a lejos del mar no me defiendo
de algo he de morir por tal olor
huelo a pésame magro les decía
a palidez de sombra a casa muerta

Huelo a sudor del hierro a polvo puesto
a deslavar con la luz de la luna
a hueso abandonado cerca del laberinto
bajo los humos del amanecer.

Huelo a un animal que sólo yo conozco
desfallecido sobre el terciopelo
huelo a dibujo de niño fatal
a eternidad que nadie buscaría

Huelo a cuando es ya tarde para todo.



MI DOLOR (Fragmento)


Conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su sombra.

Mi dolor, ah queridos,
mi dolor, ah querida,
mi dolor, es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan un alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar.

Amo profundamente mi dolor
como a un hijo malo.



EL CÍNICO

Claro es que no tengo en las manos
el derecho a morirme
ni siquiera en las abandonadas tardes de los domingos.

Por otra parte se debe comprender que la muerte
es una manufactura inoficiosa
y que los suicidas
siempre tuvieron una mortal pereza
de sufrir

Además, debo
la cuenta de la luz...



ALTA HORA DE LA NOCHE


Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.

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