martes, 12 de enero de 2010

Muestra escogida de PIEDRA NEGRA

I.- PLAZOS DE EMERGENCIA


SECRETO A VOCES


En aquel tiempo yo era viejo todavía.
Era esa edad en que la vida no avanza
y fogones en la noche
eran el rastro de mi encuentro.
Viví sólo después de ser herido.
Una carta
atravesó el invierno por olas de arena
y sin saber si frente a la verdad
o frente a lo de siempre
vi a unos hombres bajar de la montaña
-pero eran ángeles arrepentidos-
y los seguí hasta bautizarme en su locura,
hasta tener una madre fruto de mi asombro
y una voz de madera otorgada por la noche.

Me dormí la eternidad
y desperté al día siguiente
y era mi sueño una vertiente de semillas
devueltas por la tierra.




TIEMPO DE ESCASEZ



Desperté buscando nombre a un sueño
que no pude recordar
del que sólo conservé un pájaro tatuado
en el pecho.
Después vi a muchos más con esta marca
hablando en tardes ensanchadas por la soledumbre
de la cesura que cruje en el amor de los mares
y cadalsos que llegan en un amanecer con carabelas.
Yo esperaba
el regreso de una aguja en los pajares
escribiendo en el polvo
con un fémur de rey
aún tibio
una y otra ciudad sobre la palabra muerte
goteando en otro idioma.
Ciudad sangre, entonces, me parece oír
y es mi propia voz que repite en lontananza
la destemplanza atroz, el cansancio de los meses,
las fases de la noche en cada luna
y me parece estar solo
y reconozco a millones
y cuando creo ver millones
estoy
completamente
solo.



HECHOS Y NO PALABRAS

I

Ha pasado más tiempo
del que cabía en los minutos
y tener soles de razas distintas
fue posible sin perder el esqueleto.
Furia que en reposo ya era ruina.
Sombras sin cuerpo a quien poner la ropa.
Un oscuro monte me refleja
y como no podemos derrotarnos
nos dormimos uno sobre el otro.


I I

Nunca amé el álgebra ni el fútbol.
Mi historia era un alimento negro
en el fondo de un plato inmaculado.
Cerca mío se mataban de amor
hasta dejarse vírgenes del todo.
Mil dioses me trajeron mil demonios:
la gota de hoy sobre la vieja gota.
Una esperanza puede ser de piedra -me decían-
lo importante es que sea imposible.


I I I

Cumplíamos entre todos
el tiempo necesario
para tener edad
y antes que la piel fuera un abismo
separamos sus poros en un sueño hacia la orilla.
Entonces nos dieron la noticia:
el último vivo de nosotros
llevaba varios siglos enterrado.


I V

Nos hablaban de huir sin los cuerpos,
dejar todo
y nuestras vidas fueron más vivas que nunca
cuando miramos la casa del origen
convertida en un frágil deseo.
V


Tengo un pájaro en el puño
y estoy dispuesto a matarlo con tal
de no perder ni una de sus plumas
y para no matarlo lo libero y lo esclavizo
y para no perderlo lo esclavizo
y lo libero.


VI

Compruebas que sólo permanece
el precio de vivir
y no la vida. Compruebas
que un día estará de un lado el destino
y del otro el hombre que lo cumple, pero hoy
ocupamos el asiento peligroso,
el único que mantiene el alma en su sitio.




EL PACTO


Queríamos ser fruto de un milagro.

Un día construimos un país de papel.
Sobraba espacio para dolores de juguete
y refugios para colores caídos del arco.
Después, esa noche que no sería nuestra, hallamos
papeles picados en el suelo, salas de luz
donde venía el obrero con la otra,
donde amor era todos y ninguno.

Entonces sí tuvimos miedo:
esto es un juego –dijimos. Luego
el primero en perderse
hacía desaparecer al otro.






(1989)







MARTIANO

a Cristián Gómez



Deslucido, nadando entre dos luces.
Sin nombre de apóstol, sin nombre de poeta,
sin más cantiga que una cuerda rota en la garganta;
para el hombre que, benigno, es doblemente hombre,
convierto el oro en carbón y me hago orfebre de lo negro,
aplaco las fieras después de aplacado,
ni tan libres ni sencillos versos sino propios,
no temo yo ni curo en ciudad o en montaña
aunque el viento persiste en empujarme a las orillas.



BAGUALA PARA HÉCTOR CHAVERO (1900)




1.- La salud del árbol que no llegó.
El grito donde viven millones.
Un hombre crucificado sobre su espalda
aguardando vida como por sentencia.

2.- Yo di pasos sobre un hombre. Di camino
y le prometí morir, pero era yo mismo
hablando en mi contra, lejos
de la traición de nuestra magia.
Esta baguala fue escrita por nadie
-legiones circunspectas-
para mí, un hombre nacido tan viejo
como el dolor que debe curarle.
(Un hombre no es tal
hasta que la rabia lo practica)
Pero el silencio huye de los hombres. Yo lo vi
cuando no era silencio todavía
y preparaba su juventud en voces muertas.
Es curioso. Esta baguala fue dictada
el año mil novecientos, un día
cuyo amor no haré dos veces
y que, sin embargo, aún no cierro.
Después de haberla destruido
un joven poeta la rehace.

3.- En adelante yo viviré
o nadie habrá nacido






II.- MURMULLO FRENTE A SILLAS VACÍAS (fragmentos)


Primer marco


5 (La palabra toma mi lugar...)


La palabra toma mi lugar
y mi piel se vuelve el envoltorio de un extraño.
Tres veces hoy se interrumpió la luz
haciendo más larga la mancha de agua en los ladrillos,
más profundo el vaso antes de estrellarlo,
más distantes los extremos del cuerpo.
Atraso mi rastro disperso en los minutos
y mi rostro contra un espejo rayado en el azogue.
A primera hora la voz me esclaviza,
me especializa en cuestiones que por odiar, comprendo.
Revuelvo el fondo de una taza vacía
pero el vacío se traga sin disolver,
a grandes sorbos.



6 (Temprano dejé de ser...)


Temprano dejé de ser hermoso
y la escala de mi voz perdí temprano.
El sueño de la paz fue mi letargo
y la muerte a todo dio remedio,
el sueño de vivir se fue temprano.
Amor después. Su país sepia
quedó sin habitantes. El mensaje
escrito por dos se fue borrando. El golpe
del sereno bajo el velo de la luz
puso más alto al cielo. Huí
en dirección opuesta.
La canción del mundo fue el declive
de un muro, mis edades fueron cifra
de un reino sin mapa. El ángel de la piel
voló temprano y el sueño del placer partió
con una máscara de besos desdentados.
El color cambió de parpadeo.
La furiosa colmena de cemento
antepuso su becerro a mi becerro.
Temprano
fui el más viejo de mi tribu
con un cuaderno de hojas mustias por escudo
en el desfile de andrajos.





13 (Cargué el cadáver...)


Cargué el cadáver
durante el crecimiento.
Por eriales y espesuras,
bajo golpe de soles
y torrentes sin clemencia.
Durante acopio de cifras lo cargué,
en mudanza de cuerpos;
con anhelos provisorios
que duraron años;
bajo luna y rayo, decrepitud y ultraje,
resignaciones ciegas
de espaldas al mal fuego.
Cargué el cadáver
sin mirarlo, aturdido
de estar alerta noche y día, arrastrarlo
como quien vuelve de la eternidad
conservando una cadena y un madero.

Y se dejó caer
por la ladera.
Me aferré a sus pies, le retuve con los dientes.
Me pidió continuar solo
y supe de su peso
y supe la distancia
entre el vuelo de la albura
y el hielo de la espera.
Se dejó caer, colgar
desde un segundo.
Despedí sus ojos, despedí sus manos.
Perdí el camino y la noción
de los astros. Demasiadas señales
me cambiaron nombre, demasiadas voces
me endurecieron los sentidos.
Quise escribir entonces
la total propiedad de la sangre,
la estricta pertenencia del silencio
y recordé aquellos ojos cayendo al vacío,
hundiéndose hasta perder su escapatoria.

Sólo así me sentí con el deber
de no tener que resistirlo todo.



Segundo marco


1 (Me han dado un mapa...)


Me han dado un mapa
sin retorno. Su ave me devuelve
sed de reformas en la tumba,
una moneda de tres caras,
un camino que se muerde la cola.
Luz es la nueva melodía
de cada resistencia.

Me han dado un recuerdo
que no podré tener.

Retiro las redes
y recupero los miembros de mi cuerpo.
No sé si es sombra, culpa
o muerte. Carezco de iniciativa
para, de nada, ser víctima de algo.

Siembro piedras para no dormir
mientras se tuerce los dedos el ángel bajo su mortaja.
No espero a nadie en la glorieta
donde palomas de rapiña pican una estatua
y yo refracto en el agua la edad de mi anillo,
blanqueando pupilas, rielando
un reflejo sin raíz en la cordura.



Tercer marco


11 (Postal de verano)


Ayer no lo sabía
pero ayer es otro. Ni el río ni el cuerpo
podrían resistir -Heráclito solloza- el enjambre de moscas
que, como yo, suplican masacre;
las canciones de ruta que suplantan cualquier idea propia,
los nombres tarjados que libera la siesta
como un rumor de sexo cruel sobre piedras ardientes.

No hay cansancio: fue consumido todo
por los soles del mundo, no hay sueño,
fue envuelto en telarañas y polvo
del que a veces escapa una mano viciosa
para acariciar una copa vacía,
para palpar a tientas una foto salvada de las llamas,
una carta, un cuchillo fuera de peligro.

No hay rabia: fue agotada por cabellos de seca caída
sobre heridas sin piel donde instalarse.
Uno abre un cajón y encuentra un órgano,
descorre la sábana y encuentra un órgano,
libera una camisa del arcón gentilicio
y descubre un órgano cortado y sin raíz de tiempo
porque debe advertirse que la llamada realidad
es apenas un modo de ejercitar el tono
sin hablar de la locura, la vergüenza, dos maneras
de mantenerse despierto, sin apuro.

No hay amigos. Elegí los mejores:
siempre están lejos.

Afuera los incendios envuelven la ciudad,
signo de lo que puede hacer la tierra
en su afán de exterminio. Tras el humo
un sol rojizo se debate entre el sueño y la vigilia.
El ulular de las sirenas
mantiene al rebaño compacto, taladra en la sien
como un cincel a una estatua demasiado rebelde.
Adentro el ruido es un paño sobre la frente,
una función de pelos y señales
para ciegos, una mortaja
de la que a veces escapa una mandíbula,
un falo vengativo, una utopía lisiada
intentando inspirar lástima.
Es época de apareamiento de la especie humana.
Así los cachorros que nunca nacerán
podrán celebrar su no cumpleaños en septiembre.
Un día de verano como este fui concebido entonces
confirmando en el sopor la ley de la manada.

No hay palabras. Algunas líneas se escriben
con la muerte de las imágenes,
carroña del pensamiento.

Ayer no hacía falta. Hoy lo sé:
las ideas son reses camino al matadero
de las que sólo persiste el mugido de agonía.




12 (Con música de fado)



Busco una noble ciudad
para un suicidio elegante.
Una ciudad con mar, yo que no necesito del mar
si al fin y al cabo tampoco necesito de la muerte.
Una ciudad con flores que alguien roba
para quitarse de la piel un mal deseo.
Busco en la oscuridad
donde sólo una vez es posible la dicha.
-La oscuridad es la madre de todas las puertas
y no tiene víctimas, sólo tiene pasajeros.
Busco en el silencio menos transitado.
-El silencio tiene brechas sembradas de cruces
y crea a Dios, para de él tener lamentos.

Hay un niño de cuatro rostros
que como yo, ama las guitarras de latido convulso
y el olor de alma que da la medianoche.
Él debe saberlo. Su nombre
trae idiomas de canción agonizante
y calles donde se nace envejecido.

Un suicidio elegante
requiere de un buen río
dice el niño contemplando el Tajo
donde todas las aves son la misma.
Un niño de ceguera blanca en el flujo de semillas,
un niño de ave rota en la voz de los acechos.
Él debe saberlo. Su rostro tiene huellas
de un sol arrepentido, de un mar con cicatrices
y besos de sal
en muelles donde todas las canciones son la misma.

Un suicidio elegante requiere de un puente,
dice el cronista de los poetas pobres
presenciando un suicidio desde su terraza.
Anda, pues, y busca esa ciudad.
Que nada te detenga de averiguar si existe.



III.- REINOS DE LA LLUVIA


III (La baraja enmudece...)


La baraja enmudece.
La santa retira utensilios
donde ha puesto todas sus edades.
Se brinda por el muerto,
por el hijo,
se brinda por buen sexo,
por pan y poesía
pero no se sabe quién
perderá la cabeza
antes del amanecer,
o si alguno
conoce que aquí
se ha dictado una sentencia.



VII (¿Seguirá lloviendo...)



¿Seguirá lloviendo
ayer?

Tan largo, niña, largo
ha sido
el día
que has vuelto a nacer
de la misma tierra, sin ella.
El tiempo se nos pega a la piel.
Es el barro dejado por la crecida de una calle
que arrastra en su cauce a la criatura
destinada a arrojarle sal al fuego.

Temo no atrapar
lo que depende únicamente de mis ojos
para poder definirse en la espesura.
Viviré en lo blanco de la muerte
pero a la hora del canto veré a otros
llovidos por la misma resina.

Te guardo, niña, en una palma abierta
y tras luna nos iguala el aguacero
por bosques deshojados,
villorrios de hojalata,
libertad de ortigales,
hija,
lamidos
por el pabilo que cubre los campos,
hilados por una soledad
anterior a la piedra.

Viene el viento
y el descenso de las hojas
nos atraviesa el dedo índice en los labios.




IV.- OSARIO


1


Hoy es no. No me gusta el viento blanco
pero cerré los puños a cielo descubierto
y vi doblarse la melena de cardos en respuesta.
La rosa fue eterna hasta la noche.
A modo de estrella la corté por la base
y busqué la Cruz del Sur para seguirla deshojando.
Concurrió por vigilia el testigo
con el puñal marcando filo de dos caras.
Con ellas se pinchó en el dedo medio
y aullaron perros por otras razones.
Entonces vibró el último laúd
pero el cebo del lente impidió escurrir al ojo
que no era de nadie bajo la campana
sino un tañido lento de polvo en los cristales.
Allí concluí mi abrazo en el espejo
y con la misma piedad bebí mi simiente.

Vengo a ponerme en lugar del ángel mudo.

La sal del día me cae en las pupilas
y no puedo cubrirlas sin herir al mundo.



5


Absuelto en la edad
y no en el tiempo:
pero el monte a mi edad era un abismo
y pericia en amor
es tocar fondo.


V.- RESPONSO



AVE DEL AGÜERO



Salvo la lluvia
lo que suena acá es madera hueca,
árbol seco que desfonda la noche
con un golpe de cristal, con una estrella menos
al centro de los ojos. Lo que se oye
es el grito del lobo azul buscando su ave,
su plumaje de agua, su canción
de agonía lenta y redonda
vaciada en penumbras.
Lo que suena acá es ese gruñido
sin pasos sobre el matorral, sin sombra
en el acecho de la sangre que tiñe las piedras,
la baba del lobo que divide el cuerpo
en una edad de promesas y una edad de desengaño.
Lo que suena es Ludwing entre las flores venenosas
del viento, la sonata de aguja gris
en la piel rescatada del fuego, la flauta
de costilla destemplada,
el capullo de llave perdida en la profanación del invierno,
la luna de escarcha perforada
por niños demasiado vivos para comprender
el destino del ave que transita por un espejo roto
sin seguir la señal, sin responder al llamado
de un perdido que no habrá de entrar a casa
con el mismo rostro del día de partida.





OUROBOROS FUGIENS


“...sus colores aumentan con su muerte...”

Lambsprinck, "Lapide Philosophico Libellus" (1599), sexta figura.

"Aquel debería ser domado mediante hierro, hambre, cárcel,
mientras se devore y se evacue, se mate y se vuelva a parir."

Michael Maier. “La Fuga de Atalanta” (1618), epigrama XIV.



Hijo, tuve una visión
que apenas sostengo entre mis ojos.

No escuché la Misa de Réquiem
por temor a que la lluvia se detuviera.
Pero he soñado
y aquellos que van conmigo
no volverán a ser libres.

Créeme, hijo, la materia se reduce al monocordio
y el fuego
al caudal que toca y se retira
en piedra, en sangre, en rosa,
en muerte umbría que fecunda al huerto.
Y porque el fuego es la vida de la piedra
hemos, he tenido la paz: florecen cruces
tras la visita del cuervo que agita alas en el barro
y se posa sobre un cráneo en el oro.

Ay, hijo, se cierne tormenta sobre la urna.
He podido ser yo bajo esa losa
concluyendo y comenzando
una vez y otra el baile de luces.
Se cierra el día sobre el cuerpo.
Ya no lo veremos sino hasta entrar en él
rompiéndonos las uñas en el metal hirviente.

He tenido una visión, hijo, perdona mi estado,
mi trazo débil bajo la llovizna, mi beso sin aliento:
el ouroboros es llave que hiere la noche
y aquel que le ve ya no cabe en su lecho
y en vano girará por desatarse de visiones.

Corre entonces, hijo, ve tras ese heraldo
y que en tu fuga jamás te den alcance.






VI.- AMAPOLAS Y ESPIGAS
(Fragmentos)




el cuervo que vuela en agosto
muda su plumaje dentro de un roble hueco
y este plumaje se le cae cuando come serpientes
y la cabeza se le pone roja como una amapola

Turba Philosophorum. Anónimo

Pasé una noche a ti pegado como a un árbol de vida
porque eras suave como el peligro,
como el peligro de vivir de nuevo.

L.M. Panero




NO EXISTE LA BELLEZA
PERO A VECES MUERE.
Busqué el mar
oteando
con medio cuerpo
afuera de mi imagen.
Una carta enmudeció
al secarse después de cruzar una tormenta
y salí de la ciudad en blanco
huyendo del cielo
reflejado en las arenas vacías.
Aguardé.
cayó el cuarzo de la madrugada
como un castigo.


(***)

AMANECE
SÓLO CUANDO SE DESHACEN
LAS ALAS DE LA POLILLA NEGRA.
Anochece
cuando cáliz y corola
se desfloran
ajados en su ritmo,
como la luz en un recuerdo lento.
la muerte envuelve con explicaciones,
seduce uñas matinales,
guiña botones en un ramo,
repleta los bolsillos
con el color estéril de la espera,
templa falsetes en el oído
nunca satisfecho de engañarse.
el cementerio se extendió
hasta el huerto.
El patio de juegos
conduce a días
que querrán ser corregidos
y llegará el alba
cuando una cruz esté vacía
bajo estrellas negras,
hartas de guardar secretos.


(***)


HAY DOS QUE HURGAN SU DESNUDO
Y ES EL MISMO LUGAR Y EL MISMO CUERPO
EN QUE UN SUEÑO HERIDO
ERA UNA PIEDRA VIVA.
La edad se extendió por raíces,
nubes de floración
sangrante en el umbrío
mientras una canción
se abrió contra rompientes
y nadie pudo clavar el retrato verdadero.
Ellos ahí, cabello de ida,
lecho sucio de manos y domingo.
El canto del gallo
es el eco entre semillas
y nada más tendrá orden ni sentido
porque el eco también es varón
mojado por la tumba.
Hay dos desnudos.
Los amigos han muerto,
las madres han muerto
y los hermanos envejecen.
En una grada del pueblo,
de pared en pared
la voz se despide,
flor que sólo el viento recuerda
pero hay dos desnudos allí
sin salir uno de adentro del otro.
Saben que no pueden detenerse
y no se ven.


(***)

LA VIUDEZ DE MIS PALABRAS
SON ESTAS IMÁGENES CAUTIVAS.
Se extinguirá el pezón de sol
que enrojece lamido por las olas,
se cerrarán poros en las manos
que dan nalgadas a la arena.
La piedra matará a la piedra
y la gota a la gota
pero cuando oigan el canto del adiós
será siempre tarde.
(***)


Y MAREAS BAJAS MECEN LA SERPIENTE.
El sonido de su cabeza
al mecerse
es un pre-sentimiento
el siseo de los campos
cubiertos de amapola
como la palabra muerte
del Ave y del Pez
tirada al voleo en el camino.
El fuelle de otro Dios
busca su aliento,
deshoja las cápsulas de opio
silbando un réquiem
que es peligroso oír en vigilia.
Tendido en la llanura
como un fuego aplastado por su luz

(***)

EL VINO DEL ÉXTASIS SE BEBE ENTRE DOS.
Su vasija contiene la medida del rostro
que contempla el horizonte
surcado al fin surcado
de aves nuevas.
Porque no existe la belleza
pero a veces muere.
Mira cómo se tiñe
rojo
el mar
cuando se hiere
el sol adentro.




VII.- PALABRA EMPEÑADA



DOS PASOS ADELANTE, UNO ATRÁS


I

De luto en luto aprendo el nombre
de la flor que se cierra en la garganta.
De romería en romería aprendo a marcar
el paso doble de las estaciones.
Me ciño una camisa sobre otra
conforme mi estampa de injerto.
Me templo uno y otro escudo
según los recodos, desvaríos de mi origen.
Entre el Dios fulminante que todo lo vigila
y el Arche tekton que todo lo dispone
modelé un Dios con ambos desperdicios.
De nudo en nudo espero un golpe que hilvane los años.
La fiesta era en honor de un país inventado
por un huérfano triste de apellido Riquelme.
Yo daba vueltas a un pedal en el aire,
dibujaba en el polvo del viejo armario
los rayos de una rueda sin circunferencia.

La llegada del día era un estruendo de vidrios quebrados.
No merezco salir de la sala por “cabeza amarilla”.
En un rincón de la escuela estoy poniendo nombre a mis polluelos.
Afuera van a patearme por “cara pálida”.
En medio de la rueda clamo
porque alguien me quite la almohada de la cara
pero mi padre no atina con la llave,
no logra girar la manilla de la puerta.
Yo soplo una araña que cuelga desde el techo
a la altura de mis narices
para que yo respire despacio.



I I

A nadie entrego esta moneda que brilla con luz propia.
Con ella anduve por plazas de invierno sitiado
y hospitales de pan. Por nadie tiro mi último plomo
a no ser por esos dos que abandonaron el templo
para llegar hasta los pies
del monte que despedaza a los intrusos.

Quede el libro escrito boca abajo, sobre el lecho en la cellisca
donde el preceptor y la tejedora habrán de reencontrarse.

No hay soledad que dé abasto
ni inocencia suficiente.

(Me dicen desagradecido
pero los que dan gracias a la vida
terminan destapándose los sesos. Estoy a salvo).


I I I

Chile, fértil provincia, te merezco.
Valgo lo que tu estrella: un estigma en la frente.
Vamos a consolarnos entre cumbres y desiertos.
Vagaremos de ola en ola, de nube en nube lastimera.

Busco un asidero para verte de cerca.
Necesito charlar al lado de tu manta.

Un niño escarba oculto al fondo de la escuela
en busca de la estrella que cayó de su entrecejo.
Tiene miedo, llora, me estrecha, con los dientes y las uñas hecha añicos,
toma mi mano y la lleva hasta su herida.
Ya no tengo pesadillas. Sólo recuerdos que no caben en el cuerpo.
La patria es el sueño letal en que mi madre
perdió sus ocho hijos por culpa de octubre.
Creo en la silla que se mueve para dar espacio a un muerto;
en el humo del brasero, en las granadas que se abren enseñando el corazón
de uno que ha visto demasiado. Creo en la camisa blanca
que dejó tendida mi abuelo el emigrante
después de sacrificar un toro y beberse su sangre tibia,
alzar su trabuco y descargar en la bandada su ingenio de Burgos,
su furia de renegado con una carreta por todo tesoro.
Creo en el sombrero de mi abuelo, el otro, el funcionario
que dejó una copa servida en duermevela
a la salud de un pueblo sin acta de bautismo.

¿Quién dará nombre al territorio que cayó del meridiano
cuyas criaturas vagan, cosidas en el sexo y en la lengua?
Mi clase no se permite el lujo ni se permite la pobreza.
En medio del país, en medio de las clases
somos la resaca de viejos terremotos.

¿Quién más es consagrado a estos festines
de cadáveres en tenaz apareamiento?



I V


Chilenito que vienes al mundo,
te guarde Dios.


SEGUNDO Y TERCER PACTO


ii


El segundo vicio es otro pacto:
me dijo al sur,
tras el galope de la sílaba perdida,
otro ejercicio pulmonar, otro pentagrama.
Al sur del cuerpo,
allí donde duerme la serpiente de la tierra
su invierno de fuego privativo.
Me dijo vamos, el verbo de la creación,
suponiendo que hubo un verbo sin entonces.
Siameses divididos por heridas hondas y ondas
en el revés del mundo.
Me dijo salta ya,
el puente está tendido.
Y yo que no lo veía
arañé la ladera dejando en el molar de roca
jirones de piel con el color del deseo.
Demonio de alas robadas, ceguera del ángel
que me dio por pariente la hojarasca.
Me dijo el follaje, y yo que no veía
me aferré a la raíz -mi hermana- y palpé
leche tibia en la matriz de la fuente.
Al sur, sólo sigue el atavismo
de las huellas, sigue la aguja que vuela
y olvida al imán. Libaremos
miel negra. Me dijo
el primero en llegar puede olvidar al otro.
Y llegué tarde.



iii


Si hubiese un tercer plazo
renunciaría al nombre, cedería al abandono
del cuerpo que derramé en una ciudad
aún imaginaria
porque yo moraba en los márgenes de Laguna Redonda
entre otros lobos melancólicos
con un rostro varado entre los juncos
yo merodeaba el Puente Viejo
adicto a la luna como esa noche en que juré
no conformarme con menos que entrar entero en el último cuerpo
y llenar toda su memoria
desde adentro
y conocer sus mil olvidos, porque Babel era su nombre
o talvez nunca besé otra cosa que su herida.

Uno consiente el ultraje de los años
esperando ver tras una esquina
ese perfil que se hizo real en el vicio de los labios
pero ya zumba el vagón negro
antes de advertirse su silueta en la niebla
arrastrando los susurros que un edredón torturado ya conoce
porque el diablo ya no compra almas en subasta
-devuelve las almas y se deja los deseos-
y un miedo todavía dulce alienta inútiles conjuros
antes de la distancia capaz de confirmar
la belleza que fue eterna.

Y vuelvo a esas calles torpes bajo pasos insomnes
como a una cicatriz oculta
sólo conocida por aquéllos
que se ataron más allá del tacto y del principio.




TEOREMA RASGUÑADO EN UNA LÁPIDA



Juro que una saeta puede transformar la historia.
Por probarlo, pongamos el caso de que alguien llamado Federico
está al piano cuando vienen a buscarlo
para un fusilamiento que talvez desea: el suyo.
Después, alguien llamado Ramiro está en una plegaria
cuando llegan a buscarlo para su fusilamiento: otro.
Ambos son más viejos a diario en sus retratos
y sin embargo podrían probar que el amado de los Dioses muere joven.
Ambos tienen libertad: el piano, la plegaria.
Ambos escogen no tenerla: la plegaria, el piano.
Ese día irán del peine a la aceituna
en menesteres de esquelas que no serán enviadas,
habrán de respirar en la zozobra de la siesta y la quimera,
saldrá uno con Joaquim, con Rafael el otro,
la misma amistad en dos escenas: única charla.
Luego habrá un obituario en Granada y otro en Aravaca.
Uno tendrá la memoria bulliciosa
de un cascabel trasnochado en bulerías
o un ragtime vicioso. El otro
tendrá un silencio empedernido: otra memoria.
Habrá dos lápidas con un mismo año,
dos apellidos en una moneda: Maeztu, García.
Comodidad vesánica a contrapelo de las tareas diurnas,
un epitafio sólo es posible en el imperio de negarse: un deseo imperioso.
Un mensaje a la muerte es asfixia, brocal sin pozo, página que se lee por debajo
como el odio de dos enemigos que no se conocieron.
La muerte se lee en el espejo empavonado por un hálito al azar: el último;
recibe sus atributos eligiendo sus contrarios: injusta, cruel, insidiosa, absurda.
Y la moneda sigue girando en el aire
antes de caer con un veredicto que hermanará a dos muertos,
dos extraños atados por el odio.
Algo erótico ronda en los epitafios: afirmación retenida en el clímax,
instinto sometido por rabia o por placer
como el amante que se niega al abandono.
Yo por mi parte
a ratos inauguro mi propia secta de vivos y de muertos
rindiendo honor a los fundadores-de-cualquier-cosa
mientras no presuman de buena conciencia: la más sucia.
Sencillo e imposible: con banderas no se juega.
Un poeta, el más explotado de todos,
sólo puede aspirar al fuego cruzado de las consagraciones.
A mí me habrían fusilado gustosos los dos bandos
en 1936
y ni siquiera podría pedir mi engañifa predilecta
como inscripción para un sepulcro de dos caras.


MADRIGAL PARA UN OBSEQUIO

El muchacho de plástico arroja besos al aire
con un murmullo obstinado de recuerdo adictivo.
Sopla el cabello que le cubre los ojos,
se guiña en el espejo donde talvez es más bello,
se desliza de los bordes hacia adentro
hasta mudar sinuosamente de traje y de piel
abandonando su caracola herida.
Una pata de conejo es su placebo, talismán
frotado en la flor monoica y erecta, atavío
para el velo de seda deshecho al primer tacto
que recibe con una mueca escalofriada
y el bocio de Adán goteando nata dulce.
Al ritmo de su corazón de corcho lame
sus hombros de plástico, sus rodillas de muñeco obtuso,
su ombligo de labios tatuados, su entrepierna rasurada
y alterna rostros bobos con chasquidos de lengua.
Llega el día detrás de los visillos.
Olvidará los pesares de la noche
pero al volver la noche sobre su alas secretas
¿cómo olvidará los pesares del día? Con un juego felino
de siluetas en el muro, con un zumbido
de vuelo ebrio sobre el lecho, buscavida seductor
de mala muerte, como en un delito irresistible.
Desnudo de afanes y de historia, sin más razón
que el placer taimado de los dedos. ¿Qué sería del cuerpo
si el edredón no fuese un aliado silencioso?
Responderá con un beso cóncavo entre muslos,
fumando la flor sedante del deseo y el cansancio,
murmurando un nombre que duele en voz alta.



DEAD MAN

Para Felipe, esta desigual retribución


Algunos nacen en el dulce encanto;
algunos nacen en la noche eterna.

W. Blake
si recibes un nombre
y duermes en la furia
si duermes en el ruido
te agitará el silencio
te agitará la paz
si duermes en la sangre
si duermes en el fuego
si duermes en la muerte
te despertará la luz negra
te despertará la ceniza
sobre los ojos
sobre el rostro
te despertará el tatuaje
sobre la piel en blanco
si duermes en las visiones
te despertará la ceguera
como la danza de las nubes
cuando la corriente del suelo
te arrastraba sin moverse
y el tiempo te olvidaba
y te olvidaba el alba
y el dolor
para flotar en la noche
que habrá de despertarte
si duermes en el agua
si duermes en el viaje más largo
si has olvidado tu voz
y recibes un nombre

No hay comentarios:

Publicar un comentario