lunes, 30 de noviembre de 2009
LIBRO DISPONIBLE
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jueves, 19 de noviembre de 2009
Leonidas Rubio
Leonidas Rubio nació en 1970. Siguió estudios de música, periodismo y ciencias jurídicas entre 1993 y 2005. En 1989 fue miembro del Taller de Poesía de la Universidad de Concepción. En 1990 fue becario de la Fundación P. Neruda y miembro del Taller de Poesía de esa institución. Ha publicado los libros de poesía "Cuadernos de Emergencia" (1994), "Murmullo frente a sillas vacías" (2001) y el opúsculo "Responso" (2002). Ha obtenido la Beca de creación literaria del Fondo del Libro y la Lectura los años 2000, 2003 y 2009. Se dedica a la actividad musical en forma paralela.
Epígrafe
(Lapidario. Alfonso X Sig. XII)
Advertencia preliminar
L. R.
San José de Buenavista, septiembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Poemas
MARTIANO
a Cristián Gómez
Deslucido, nadando entre dos luces.
Sin nombre de apóstol, sin nombre de poeta,
sin más cantiga que una cuerda rota en la garganta;
para el hombre que, benigno, es doblemente hombre,
convierto el oro en carbón y me hago orfebre de lo negro,
aplaco las fieras después de aplacado,
ni tan libres ni sencillos versos sino propios,
no temo yo ni curo en ciudad o en montaña
aunque el viento persiste en empujarme a las orillas.
MADRIGAL PARA UN OBSEQUIO
El muchacho de plástico arroja besos al aire
con un murmullo obstinado de recuerdo adictivo.
Sopla el cabello que le cubre los ojos,
se guiña en el espejo donde talvez es más bello,
se desliza de los bordes hacia adentro
hasta mudar sinuosamente de traje y de piel
abandonando su caracola herida.
Una pata de conejo es su placebo, talismán
frotado en la flor monoica y erecta, atavío
para el velo de seda deshecho al primer tacto
que recibe con una mueca escalofriada
y el bocio de Adán goteando nata dulce.
Al ritmo de su corazón de corcho lame
sus hombros de plástico, sus rodillas de muñeco obtuso,
su ombligo de labios tatuados, su entrepierna rasurada
y alterna rostros bobos con chasquidos de lengua.
Llega el día detrás de los visillos.
Olvidará los pesares de la noche
pero al volver la noche sobre su alas secretas
¿cómo olvidará los pesares del día? Con un juego felino
de siluetas en el muro, con un zumbido
de vuelo ebrio sobre el lecho, buscavida seductor
de mala muerte, como en un delito irresistible.
Desnudo de afanes y de historia, sin más razón
que el placer taimado de los dedos. ¿Qué sería del cuerpo
si el edredón no fuese un aliado silencioso?
Responderá con un beso cóncavo entre muslos,
fumando la flor sedante del deseo y el cansancio,
murmurando un nombre que duele en voz alta.
DEAD MAN
Para Felipe, esta desigual retribución
Algunos nacen en el dulce encanto;
algunos nacen en la noche eterna.
W. Blake
si recibes un nombre
y duermes en la furia
si duermes en el ruido
te agitará el silencio
te agitará la paz
si duermes en la sangre
si duermes en el fuego
si duermes en la muerte
te despertará la luz negra
te despertará la ceniza
sobre los ojos
sobre el rostro
te despertará el tatuaje
sobre la piel en blanco
si duermes en las visiones
te despertará la ceguera
como la danza de las nubes
cuando la corriente del suelo
te arrastraba sin moverse
y el tiempo te olvidaba
y te olvidaba el alba
y el dolor
para flotar en la noche
que habrá de despertarte
si duermes en el agua
si duermes en el viaje más largo
si has olvidado tu voz
y recibes un nombre
DOS PASOS ADELANTE, UNO ATRÁS
I
De luto en luto aprendo el nombre
de la flor que se cierra en la garganta.
De romería en romería aprendo a marcar
el paso doble de las estaciones.
Me ciño una camisa sobre otra
conforme mi estampa de injerto.
Me templo uno y otro escudo
según los recodos, desvaríos de mi origen.
Entre el Dios fulminante que todo lo vigila
y el Arche tekton que todo lo dispone
modelé un Dios con ambos desperdicios.
De nudo en nudo espero un golpe que hilvane los años.
La fiesta era en honor de un país inventado
por un huérfano triste de apellido Riquelme.
Yo daba vueltas a un pedal en el aire,
dibujaba en el polvo del viejo armario
los rayos de una rueda sin circunferencia.
La llegada del día era un estruendo de vidrios quebrados.
No merezco salir de la sala por “cabeza amarilla”.
En un rincón de la escuela estoy poniendo nombre a mis polluelos.
Afuera van a patearme por “cara pálida”.
En medio de la rueda clamo
porque alguien me quite la almohada de la cara
pero mi padre no atina con la llave,
no logra girar la manilla de la puerta.
Yo soplo una araña que cuelga desde el techo
a la altura de mis narices
para que yo respire despacio.
I I
A nadie entrego esta moneda que brilla con luz propia.
Con ella anduve por plazas de invierno sitiado
y hospitales de pan. Por nadie tiro mi último plomo
a no ser por esos dos que abandonaron el templo
para llegar hasta los pies
del monte que despedaza a los intrusos.
Quede el libro escrito boca abajo, sobre el lecho en la cellisca
donde el preceptor y la tejedora habrán de reencontrarse.
No hay soledad que dé abasto
ni inocencia suficiente.
(Me dicen desagradecido
pero los que dan gracias a la vida
terminan destapándose los sesos. Estoy a salvo).
I I I
Chile, fértil provincia, te merezco.
Valgo lo que tu estrella: un estigma en la frente.
Vamos a consolarnos entre cumbres y desiertos.
Vagaremos de ola en ola, de nube en nube lastimera.
Busco un asidero para verte de cerca.
Necesito charlar al lado de tu manta.
Un niño escarba oculto al fondo de la escuela
en busca de la estrella que cayó de su entrecejo.
Tiene miedo, llora, me estrecha, con los dientes y las uñas hecha añicos,
toma mi mano y la lleva hasta su herida.
Ya no tengo pesadillas. Sólo recuerdos que no caben en el cuerpo.
La patria es el sueño letal en que mi madre
perdió sus ocho hijos por culpa de octubre.
Creo en la silla que se mueve para dar espacio a un muerto;
en el humo del brasero, en las granadas que se abren enseñando el corazón
de uno que ha visto demasiado. Creo en la camisa blanca
que dejó tendida mi abuelo el emigrante
después de sacrificar un toro y beberse su sangre tibia,
alzar su trabuco y descargar en la bandada su ingenio de Burgos,
su furia de renegado con una carreta por todo tesoro.
Creo en el sombrero de mi abuelo, el otro, el funcionario
que dejó una copa servida en duermevela
a la salud de un pueblo sin acta de bautismo.
¿Quién dará nombre al territorio que cayó del meridiano
cuyas criaturas vagan, cosidas en el sexo y en la lengua?
Mi clase no se permite el lujo ni se permite la pobreza.
En medio del país, en medio de las clases
somos la resaca de viejos terremotos.
¿Quién más es consagrado a estos festines
de cadáveres en tenaz apareamiento?
I V
Chilenito que vienes al mundo,
te guarde Dios.